Uno de los temas más recurrentes en terapia suele ser el tema de pareja. No es raro que nuestra pareja suela ser la persona más cercana a nosotros; la hacemos partícipe de nuestras cosas, nos desahogamos con ella, es fuente de confianza y fortaleza, nos ve diariamente y está pendiente de nosotros, etc. La pareja, por suerte, puede ser fuente de grandes alegrías, pero por desgracia, también de grandes problemas. Cuando nos ponemos a pensar en problemas de pareja, lo primero que nos imaginamos son cosas graves y grandes: una infidelidad, una enfermedad, la familia política, discusiones, etc. pero jamás se nos ocurre pensar que la pareja, sin que nos demos cuenta, incluso muchas veces pensando que lo estamos haciendo bien, nos va cargando poco a poco sin que la otra parte se de cuenta y sin nosotros notarlo. Esta vez, con este texto, queríamos hacer una importante reflexión sobre esto.

Cuando nos encontramos mal, la pareja suele ser una fuente inagotable de fortaleza y ayuda. Si sentimos que las fuerzas nos flaquean, no dudamos en pedirle ayuda para que nos apoye y aliente a seguir adelante o nos oriente en los problemas que nos surjan. Esto está bien, debe ser así, la pareja con la que compartimos nuestra vida debe ser de las primeras personas en la que nos apoyemos y a la que hagamos partícipes de nuestras vicisitudes; seguro que sabrá darnos la palabra exacta y la ayuda necesaria, ya que suele ser una persona que nos conoce muy bien. La dificultad viene cuando solo hacemos partícipe de nuestros problemas a la pareja o estos problemas son repetitivos y recurrentes.

Demasiado a menudo sucede que la pareja tiene un tema con el que se engancha de mala manera: el trabajo, un amigo, su inseguridad, etc. y nos trasmite el problema a nosotros con la sana intención de “comentar la jugada” y desahogarse un poco. Si esto sucede a menudo y la persona no consigue desengancharse de ese tema que le preocupa y lo saca de manera recurrente, lo que suele suceder a largo plazo es que caemos en la impotencia y en la desidia, es decir, ya no podemos ayudar más a la persona, no se nos ocurre más que decir o sentimos que nos está “utilizando” para lanzarnos sus problemas sin querer (o poder) solucionarlo. Esto concretamente es lo que a nosotros como psicólogos nos preocupa y queremos intentar trasmitir cómo podría ser una correcta gestión.

En ese momento debemos darnos cuenta de cómo nos afecta a nosotros. Aunque creamos que no hay ningún motivo por el que nos tenga que afectar ya que no es nuestro problema, la verdad es que según más tiempo aguantemos esta situación sin hacer nada, más probabilidad tendremos de que empiece a afectarnos y puede ser de múltiples maneras; bien sea alejándonos de nuestra pareja por no querer escucharla más, bien sea porque notamos que monopoliza la conversación, bien porque notemos que las recomendaciones que le damos le son indiferentes, etc. Si llegamos a este punto, tendremos que pensar en plantarnos y decidir no darle más espacio a ese problema.

Puede parecer un poco drástica la solución, pero si no comenzamos con los cuidados hacia nosotros mismo puede que nos esté empezando a pasar lo que anunciábamos en el título del post, que estemos empezando a cargar con los problemas del otro, además de los nuestros propios, sin llegar a ayudarle. Esta serie de cuidados para nosotros mismos es importante que los sepamos llevar con tacto y delicadeza, ya que nuestra pareja podría verlo como que le estamos fallando, pero es importante que le transmitamos a nuestra pareja que no le ayudamos lo más mínimo hablando todo el rato de lo mismo y hacerle entender que nosotros no podemos ayudarle más. Sería buena idea que estipulemos un tiempo para poder hablar y otro para poder desconectar y que si la otra parte necesita aún más tiempo para ese espacio, lo comparta con otras personas o busque ayuda profesional. No debemos caer en el error de pensar que nosotros debemos ayudar a nuestra a pesar de todo y a toda costa. Debemos recordar que nosotros somos igual de importante que mi pareja.

Author Crecimiento Psicologico

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