La esclavitud del “deber” y el “tener que”
A lo largo del día cuantas veces dices “tengo que hacer”, “debo de ir”, “tengo que llamar” o “me debería de haber dado tiempo”? ¿Y cuantas veces usas el verbo querer, gustar o apetecer: “quiero ir”, “me apetece hacer”, o “me gustaría haber podido hacerlo”, por ejemplo? Si en tu día a día la balanza se inclina por la primera pregunta, en efecto, eres un esclavo de tus propias obligaciones.
Somos conscientes de que no vivimos en un mundo idealizado y de que pertenecemos a una sociedad que nos hace vivir bajo ciertas normas, limites y mandatos sociales que debemos cumplir y que nuestra vida está salpicada por obligaciones que no siempre nos gustan ni nos apetecen, la pregunta esencial sería si esas imposiciones son realmente salpicaduras que manchan algo nuestro día a día o auténticos borrones que nublan todo rastro de disfrute, deseo o motivación.
En la tiranía de los “deberías” y los “tendrías” pueden suceder dos cosas, igual de necesarias de abordar y aprender trabajar:
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Exceso de autoexigencia y poca validación de los deseos
Las obligaciones del día a día, las rutinas, las imposiciones sociales existen y no podemos negar que hay que prestarles atención e incorporarlas en nuestro modo de vida; sin embargo en muchas ocasiones acabamos ahogándonos en nuestra propia autoexigencia, moviéndonos en un exceso de “moralidad” e imposiciones creadas por nosotros mismos.
Vivir haciendo listas mentales o físicas de las cosas pendientes del día, crear rutinas rígidas que si o si hay que cumplir o marcar un objetivo, meta o comportamiento que ocurra lo que ocurra tiene que formar parte de mi día acaba llevándonos a vivir una vida basada en la autoexigencia y obligación, siendo muy probable que a larga surja la ansiedad, la frustración, la apatía o la desmotivación.
Si no existe en nuestra rutina un pequeño espacio para escuchar nuestras apetencias (esas cosas que realmente nos apetecen hacer por mínimas que sean) o no validamos nuestros deseos ante las decisiones que hay que tomar, no perimientiendonos llevarlos a cabo; podemos acabar por anular las verdaderas motivaciones por esa falta de costumbre de no escucharlas, cayendo en una vida poca satisfactoria o plena.
Plantearte simplemente a lo largo del día que me apetecería hacer hoy (darme una ducha larga, tomarme una caña al sol, o cenar algo rico) puede ser una buena forma de romper con la tiranía del “tener que” (tengo que poner la lavadora, tengo que mandar este informe a mi jefe, debería de llevar el coche a lavar…). Poner en practica el “quiero…..” es un primer paso.
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El querer convertido en obligación
En otras ocasiones no se trata de que hayamos perdido el norte o la brújula con respecto a las cosas que nos gustan o nuestros deseos, podemos tenerlos claros, localizados y ser conscientes de ellos, pero a través del lenguaje y de esa forma de vivir en la que a veces caemos todos basada en la productividad y en la eficacia/eficiencia, acabamos convirtiéndolos en asuntos de obligado cumplimiento en lugar de vivirlo realmente como lo que son: cosas que deseo hacer.
¿Cuántas veces usas la expresión “tengo que quedar con mis amigos”? Y ¿”tengo que llamar a mis padres”? O ¿”tengo que organizar las vacaciones de este verano”?. Sin darnos cuenta estas acciones que en un principio están conectadas con valores y motivaciones importantes, y en un principio podrían ser cosas disfrutables, acabamos convirtiéndolas en una lista de tareas pendientes, eliminando o reduciendo parte del disfrute que conlleva a hacerlas o generando presión sobre la idea de realizarlas.
Recordar que muchas de las acciones que llevamos a cabo a lo largo del día están conectadas a valores importantes o motivaciones (pasar tiempo con amigos, cuidar de la relación con la familia, disfrutar de nuestro tiempo de descanso y ocio) nos hará enriquecer nuestro día, disminuir la sensación de presión o exigencia de la rutina y nos permitirá vivir una vida con mas sentido, aspecto clave para el bienestar y la satisfacción personal.
Intentar cambiar el lenguaje “me apetece”, “quiero”, “es importante para mi” en lugar de utilizar “debo”, “tendría” o “tengo que…” es el primer paso para recordarnos que detrás de muchas de las decisiones que tomamos en el día hay un aspecto de enriquecimiento personal.
En definitiva, estar mas donde quiero y no tanto donde debo.