Vacaciones… todos las deseamos, las anhelamos y las soñamos, contamos los días que nos quedan para que lleguen y nos imaginamos disfrutando de unos días de ensueño, de descanso o de diversión como si de una película de Hollywood se tratase, ¿pero que ocurre cuando las vacaciones no están a la altura de lo que esperamos? ¿y si nuestras expectativas son demasiado altas? ¿y si llegan las vacaciones y no consigo desconectar del trabajo o de mis problemas?
Las vacaciones son esenciales para todos, necesitamos de unos días de descanso, desconexión y disfrute para poder volver a nuestra realidad y al día a día con las pilas cargadas, pero hasta en vacaciones podemos llegar a sufrir estrés y necesitamos continuar trabajando en nosotros mismos y tener claras algunas ideas que nos ayuden a aprovecharlas al 100%.
Aquí van unas pequeñas claves que pueden ayudarnos a vivirlas plenamente y a que cuando acaben no tengamos la sensación de que no han sido lo que necesitábamos:
- Autoconocimiento. Ser consciente de lo que me pide el cuerpo y de lo que disfruto. Las vacaciones son un momento perfecto para conocernos, crecer personalmente o ser mas conscientes de las cosas que necesitamos. No a todos nos gusta ni necesitamos las mismas cosas, es importante dedicar el tiempo libre a cosas que nos produzcan placer y no continuar con la mentalidad de “tengo que…”
- Desconexión de redes sociales, tecnología… Vivimos en una sociedad tecnificada que nos permite estar al tanto de todo, conectados con gente a la que habitualmente no vemos, buscar los mejores sitios para comer e inmortalizar momentos de forma continuada, todo eso esta bien, pero reducir el uso de redes sociales, móvil o televisión en vacaciones nos permitirá hacer una desconexión mas completa y real del entorno y nos ayudara a centrarnos mas en el aquí y ahora de nuestro día.
- No planificar absolutamente todo. Vacaciones al control. Vivimos planificando todo, con rutinas marcadas por horarios estrictos, adelantándonos a los problemas, esclavos de agendas y calendarios… Esta bien planificar a donde quiero ir, que quiero visitar o que actividades me apetece hacer, pero dejar unos días o ratos a la improvisación nos ayudará a ser flexibles, a centrarnos en lo que realmente deseamos y nos apetece, a escuchar nuestro cuerpo…
- Asumir que no todo saldrá como queremos o imaginamos y hacer uso del humor. ¿A quién no se le ha pinchado una rueda, retrasado un vuelo o llovido un día de playa? Si, son cosas que a priori pueden resultar molestas pero si conseguimos verlas con algo de humor y aprovechar la situación para sacar algo positivo lo viviremos con menos frustración y agobio.
- Ser conscientes de que las vacaciones son un paréntesis, no una solución. A la vuelta nuestros problemas, incertidumbres o inseguridades seguirán ahí, nos estarán esperando, desconectar en vacaciones es necesario pero eso no implica descuidar el autocuidado, cambiar de aires, de entorno y de personas puede ser un buen momento para ponernos a prueba y mantener o iniciar nuevas rutinas, continuar trabajando en nosotros mismos o atrevernos a hacer cosas que en el día a día nos sobrepasan.
- Elegir la compañía. Es importante ser conscientes de las personas que rodean y nutren nuestra vida, podemos tener una familia maravillosa o unos excelentes amigos, pero esto no quiere decir que todo el mundo sea un adecuado compañero de viaje, conocer las limitaciones y los puntos fuertes de quienes nos acompañan nos permitirá que la convivencia sea mas llevadera y adaptarnos mejor a las situaciones.
- Guardarnos unos días de descanso y de no hacer nada. Las vacaciones deberían de implicar algo de descanso; tanto el cuerpo como la mente necesitan relajarse y bajar las revoluciones con las que vivimos en la sociedad actual, dedicar unos días a no hacer “nada” puede resultar muy útil para disminuir el estrés y la ansiedad.
- Volver al menos un día antes y si es posible incorporarnos a mitad de semana para que se haga menos duro. Preparar la vuelta nos puede ayudar a sufrir menos choque con la realidad, menos estrés, y menos de eso que llaman depresión postvacacional. Volver a casa al menos un día antes nos permitirá hacernos a la idea poco a poco, preparar todo lo necesario y acomodarnos de nuevo a la realidad. Como consejo extra, si empezamos un miércoles en lugar del lunes, a nivel psicológico se hará mas fácil sobrellevar la vuelta al tener cerca el fin de semana.